Día 408, domingo
Estábamos sentados en la mesa esperando que sirvan la cena. Habíamos estado fumando y tomando vino. De algún lado provenía una canción que sonaba a vidrios rotos. No pasó mucho rato para que nuestro anfitrión llegara con sendas fuentes repletas con suculentas carnes y ensaladas. Todos gritamos de alegría. Había un periódico que rezaba "Bienvenidos al siglo XXI". Nada tenía sentido. Nos pusimos a comer y alguien se acordó de un amigo muerto. No faltaron los elogios a la carne. ¿Carne de res? No. ¿Carne de tortuga? No. ¿Carne de muchame? Por supuesto que no. ¿Entonces? El anfitrión dibujó en su cara una amplia y brillante sonrisa. Esperó a que todos terminaran de engullir la cena para decir: "Está bien, se los diré". Era carne humana. ¿Carne qué? Humana. Todos nos pusimos de pie y empezamos a vomitar. Alguien se quedó sentado mirando la nada. Vamos, que muy pronto será una cosa de lo más normal. Consumir carne humana ayuda a reducir la sobrepoblación y el problema del hambre en el mundo. Es la solución al cambio climático. Estamos en pleno siglo XXI, así que, ¡vamos! Por favor. No sean tan inmaduros. Alguien se dignó a repetir.
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